El ocaso de la literatura

11/8/09



Circunstancias, días nublados, días de lluvia, días soleados. Instantes repletos de emociones que oscilan entre el más infinito y el menos infinito. Momentos de momentos, momentos sin palabras, momentos de silencio, simplemente momentos…

El reflejo de una efímera sonrisa inolvidable que vuela un tanto más allá de mi ventana panorámica, dos copas de vino servidas hasta la mitad, colillas de cigarro que adornan todo el piso de la habitación, el aroma de su perfume esparcido por toda la sábana blanca…

No puedo dejar de mirarte, de cuidarte mientras duermes, de ingeniar una técnica para detener el tiempo, para buscarle sentido al compás de tu taquicardia, para explicar tu ausencia repentina y tus inesperados apariciones de asombro. Sin embargo, aunque la historia pareciera tener sentido mirando hacia atrás, postergando este absurdo juego oscuro y sin sentido, hoy he decidido mirar hacia delante donde tú no estás. ¡Se acabaron los mañanas y los buenos días!

Los viejos libros de novela y los manuscritos de mi autoría estaban olvidados en la vieja biblioteca junto a los manuales de lingüística. El polvo los había hecho irreconocibles, las situaciones convertido en no más que adornos para la pared del salón.

Hace un año y cinco meses que juré alejarme de una vez y para siempre de la poesía, rechazar ese lado de mi existencia para seguir viviendo, para cambiar de rumbo, para comenzar de nuevo. Pero el universo es demasiado basto como para dejar de escribirlo y  tú, inconstante presencia, mi fuente inmortal de inspiración. Fue demasiado tentador…
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