Última carta sin destinatario

31/1/11


Así termina la historia de un escritor que decidió dejar de escribir, la historia de un hombre que desechó la literatura por temor a resucitar a la musa que asesinó para obligarse a caminar con los pies descalzos sobre la tierra batida.


En esta oportunidad, La brújula no señala hacia ningún sitio, señala hacia todos los sitios posibles. Surge un pensamiento gélido de la última noche de reflexión. La incertidumbre es el plato principal de un banquete de comida demasiado cruda y demasiado cocida al mismo tiempo.  

Ríos de creatividad. Mares de innovación. Océanos de reinvención. Un invierno de calor que enfría las dunas de polvo que se forman en la biblioteca del inconsciente. Por la ventana se puede apreciar, a pesar de la neblina, cientos de miles de árboles de ideas jamás ideadas. Un último aliento: ¿fin o principio?
Una pregunta que se viene a la mente para no ser contestada, es todo.  


El papel se gastó de tanto borrar y reescribir la misma historia en distintos idiomas y en distintos momentos. Confié hasta el último instante en la posibilidad de un cambio. Hice más allá de lo imposible: estudié leyes para reformar el Código Penal para dejarte libre, teología para ajustar la Biblia y justificar nuestros pecados. ¿Dónde está Moisés para cambiar los Mandamientos, para enmendar tus culpas y explicar mi éxodo?

Mis poros no paran de sudar ansiedad, ansiedad mezclada con nostalgia, nostalgia mezclada con añoranza, añoranza por los calendarios gastados, por los segundos muertos, por la vida que perdí, por el sueño que perdí soñando, por una mujer demasiado fría y ausente como para ser humana.

Y ese frío tan característico mató la potencia de mi voz y me convirtió en lo más parecido al silencio. Me enamoré del vacío y de todos y cada uno de los elementos que éste implica, de la falta de rumbo, de los cementerios de lágrimas secas, de lo fatídico que significa vivir día a día sin saber quién o qué seré mañana.

Maestra, alumna, madre, hermana, compañera, amiga, amante, absolutamente todas las razones, el momento más luminoso, la felicidad, el juego y la inocencia. La pionera de este asalto a la locura, lo paradójico, mi rival, mi competencia perenne, mi asignatura pendiente. Para ti sin decir tu nombre. 

Tengo muy mala memoria cuando me conviene. He olvidado absolutamente todo lo que me atormentó por años. Las heridas ya no duelen y las viejas cicatrices ya ni las recuerdo. En la caja de memorias sólo atesoro lo glorioso, lo extraordinario: pensamientos, sonrisas tensas que no enseñan los dientes, juegos efímeros, reflejos de ojos claros, carcajadas escandalosas, conversaciones, veredas, huellas en el barro en el parque de siempre.  

No hay espacio para ninguna lágrima, no hay espacio para ningún dolor en la imagen que inventé para protagonizar las historias que les contaré a los hijos de mis hijos: la historia de la muchacha desconocida que cambió mi existencia sin quererlo y reinventó el arte de vivir.  

Los pétalos marchitos hicieron que tu presencia dejara de ser urgente y que tu ausencia se hiciera tan reconfortante como tenerte entre mis brazos. No recuerdo el día exacto en que decidí vendar mis ojos para no verte, para pensar y sentir que estás conmigo todo el tiempo. No recuerdo el día exacto en que decidí grabar tu voz en mis oídos y así escuchar tus coros de silencio cuando la soledad maldita me carcome las entrañas.  No recuerdo el día exacto en que lo paradójico se hizo normal en nuestras vidas, irresistible, inevitable, tan sutil. No recuerdo el día exacto en que decidí evadirte y hacer lo posible por no cruzarme en tu camino. Te tengo pánico verdad, no eres más que eso: mi verdad.

¡Qué vacío tan extraño es la libertad! Sensación que tenía más de cinco años sin experimentar y que va de la mano del vacío. Sensación fría que llena mi pecho de un insoportable dolor suave pero constante. Lo siento, no pude cumplir la promesa que te hice con la rosa de madera. No es momento de aclarar, es momento de partir. 

Un final apacible, sublime. Un final que deja a la imaginación cualquier intento posterior de prolongar el argumento. La misma canción de siempre anuncia que el acto culminó. Ya no serás “mi ella”, de ahora en adelante serás solamente “ella”.


Las cenizas de lo que quedaba de sentimiento se encienden hasta convertirse en un inmenso grito de dolor que significó el la agonía del amor más grande que ha sentido un hombre por una mujer.

¿Estoy solo realmente? ¿Alguien me espera afuera de esta maldita funeraria? ¿Soy un pecador por dejar de quererte? ¿Por dejar caer el castillo que construí en el aire? ¿Eutanasia espiritual?

El silbido del viento hacía bailar a las hojas de esos árboles inmensos, antiguos, que tenían rato esperándome, que tenían siglos llamándome por mi nombre completo incluso antes de que se pensara mi nacimiento. Ese bosque profundo me recordaba los árboles que tenía que talar, sin importar su belleza, su horror, su esplendor, su historia, sus raíces, su verdad o su locura, para seguir adelante y emprender un nuevo rumbo. Cabalidad

He sido esclavo de mis obsesiones por demasiado tiempo y un día, tarde o temprano, estoy seguro que terminarán por destruirme: la literatura, el éxito, la felicidad, el dinero, el reconocimiento o quizás ella.

La suerte sonríe después del momento más fúnebre y aparece luego del último día de novenario. Una última carta sin destinatario, ya no hay más nada que escribir.

2 comentarios :

Ani Mendez dijo...

creo que voy a morir si leo nuevamente todos esos arboles de ideas ideadas que planteas sin ideas. Que el papel se gastó de tanto borrar y reescribir la misma historia es la manera perfecta de describir la reinicidencia de una pasion sin destino, como tus cartas.
La escritura sincera, desmedida y llena de sensaciones frias insoportables es la que te hace alguien en este mundo paralelo cibernetico, y por eso te leo.

Es lindo seguir un blog desconocido y encontrarse sentimientos plasmados tan entendibles.

Luis Enrique Medina dijo...

Amenlugo: gracias por tus palabras y por leerme. Esto lo escribí hace un tiempo pero no me había animado a publicarlo. Pero en fin, me halaga tu comentario y me hace sentir que las cartas en realidad sí tienen destinatario. Sin embargo, no fui del todo sincero, no fue la última vez que escribí. Saludos y de nuevo muchas gracias.

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